La autora marplatense comparte dos de sus recientes textos breves: "Escaleras" y "El molde".
Sé que me había acompañado para darme el gusto. Creo que sabía que iba a dejarlo y quería complacerme a toda costa. Pese a que compartimos el mismo placer por la pintura, a él no le gustan las aglomeraciones, y esa exposición convocaba a mucha gente. Tanta que se desbordaba por las escaleras que rodeaban al recinto.
En esa marea humana lo perdí de vista y me fui dejando llevar por las obras, los comentarios, y cuando alguien sugirió bajar a la segunda planta, donde se exponían los cuadros cuyo tema era “La levedad”, lo seguí.
Embelesada por las pinturas me olvidé de él, disfruté por anticipado la ansiada libertad, no tenía que preocuparme que estuviera a gusto, de que no le causaran malestar las voces altas y el gentío. Lo borré, lo saqué de mi mente, como ya lo había desalojado de mi corazón.
Las escaleras se habían duplicado y subían y bajaban arbitrariamente, incluso creo que habían cambiado de color, o quizá era el reflejo de las obras que colgaban de las paredes.
Fui bajando, apretada contra las barandas a causa de los otros cuerpos que subían. Me crucé con un compañero de clases con quien nunca había hablado. Para mi sorpresa me obsequió una sonrisa y me saludó con un beso en los labios. No sé si fue adrede o producto de un empujón, lo cierto fue que lo disfruté, hasta que vino la culpa a arruinarlo.
Seguí bajando, y él subiendo. De repente quería salir de ahí, pero las escaleras cambiaban de rumbo y en vez de descender se movían de izquierda a derecha.
Saltando de una a otra llegué a la calle y me encontré en un sitio distinto al que había ingresado horas atrás. Las escaleras me habían desplazado unas cuantas cuadras al norte de la ciudad, sobre la misma avenida. Lo supe porque el mar estaba a mi derecha.
El auto me había quedado lejos, no tenía dinero para volver a casa. Tenía que llamarlo para que fuera a buscarme.
Metí la mano en el bolsillo trasero del pantalón y saqué el teléfono. Busqué en el directorio, pero me fue imposible hallarlo. Los números y su nombre habían desaparecido.
Le quedaba chico el molde, siempre había sentido que no encajaba. Mientras encendía el horno para meter la torta se pensó a sí misma, tantos años atrás, cuando todavía no era consciente de los límites impuestos tanto por la ropa como por esos pupitres atornillados al piso.
Vertió la mezcla, absorta, sin advertir que se estaba derramando; el molde no era suficiente para contenerla. Como a ella.
Dejó el bol y limpió la mesada, todavía quedaba algo en la base, quizás podría llenar tres o cuatro pirotines para que los chicos llevaran al colegio.
De chica ella no llevaba nada, se había cansado de que le arrebataran la merienda, a veces por las buenas, otras a los golpes.
Recordó la vez que se tuvo que esconder en el baño de las chicas para que no le pegaran. Esa tarde todo se salió de cauce.
El olor captó su atención y se asomó al visor: la torta se elevaba y buscaba salirse del encierro. Como había buscado ella.
Aquella tarde su papá tuvo que ir al colegio a enterarse de que la habían suspendido, amonestado, por estar molestando a las niñas en el baño. A nadie le importaron sus quejas ni su llanto, tampoco los moretones que tenía en el pecho y en la espalda.
Después de eso vinieron los cinturonazos de papá y su sermón de lo que era ser un hombre.
El timer de cocina que le había regalado Ricardo sonó indicando el fin de la cocción. Abrió el horno y retiró el molde, cuadrado, perfecto, como hubiera querido su padre. Sonrió. Lo apoyó sobre la rejilla de la cocina, para que no se pasmara.
Desde la habitación tronó la voz, esa voz que la había atormentado desde que era una niña.
– ¡Tengo que ir al baño!
-Ya voy, papá.
Presurosa, se quitó la peluca y el relleno del corpiño. Se echó un vistazo en el espejo del pasillo y entró al cuarto.
Gabriela Exilart es marplatense, abogada, escritora y docente de talleres de escritura creativa. Ha publicado novelas con ambientación histórica como “Renacer en los escombros”, “Napalpí”, “Atrapada en el viento”, “En la arena de Gijón”, “Secretos al alba” y “El susurro de las mujeres”. Su última novela de reciente publicación es “Pulsión”, un policial basado en hechos de resonancia nacional. Recibió distinciones como el Premio Alfonsina (2018), Premio Universum Donna 2º Edición (2019), Premio Lobo de Mar al Deporte y la Cultura (2019) y una Primera mención por su cuento “La bicicleta roja” (2020).